Eraman en Vitoria, Botxo Riders en Bilbao y Blokal en Gipuzkoa buscan dignificar un sector maltratado.
Si los repartidores a domicilio son en su mayoría falsos autónomos, como dictamina un creciente número de sentencias por toda la geografía española, parece lógico que se unan y creen cooperativas para realizar su trabajo en condiciones dignas, aumentando así el rendimiento económico que obtienen de sus servicios. Con esa premisa nació CoopCycle, la federación de cooperativas a cuyo calor ha surgido un par de iniciativas vascas: Eraman en Vitoria-Gasteiz y Botxo Riders en Bilbao. Con el mismo objetivo, pero en forma de sociedad limitada, se les suma en Mondragón la plataforma para la digitalización del comercio local Blokal.
«La intención es que vayamos extendiéndonos por todo el territorio a través de cooperativas pequeñas –de hasta 10 socios– que utilizan la tecnología de CoopCycle para promover una transformación del sector a todos los niveles, porque sostenibilidad no es solo entregar paquetes en bicicleta», explica Juan Latorre, uno de los tres socios fundadores de Eraman. «Por un lado, queremos dignificar el trabajo del ‘rider’, que ha sido maltratado por las grandes plataformas. Por otro, buscamos ofrecer precios justos a los negocios que trabajan con nosotros. Y, finalmente, queremos propiciar un cambio sustancial en la movilidad de las ciudades», enumera.
A diferencia de lo que hacen las grandes plataformas con las que compiten, las cooperativas establecen por votación condiciones como el salario, los horarios –pedalean unas 4 horas diarias– o el seguro. «No entendemos por qué las grandes pagan tan mal, porque de esto se puede vivir bien», comenta Latorre. Y eso que no cobran comisiones de hasta el 40% del valor de la comida que transportan.
El objetivo es cobrar 1.500 euros al mes con semanas laborales que no superen las 36 horas pedaleando
Eraman trabaja con una tarifa plana para sus clientes, de forma que el precio no se calcula como un porcentaje de cada pedido sino por su volumen y la distancia a la que hay que llevarlo, como se ha hecho siempre en el sector logístico. «Si un restaurante envía una comanda de hasta 15 euros, nuestro servicio le cuesta parecido al de Glovo. Pero, a partir de ahí, cuanto mayor sea el importe de la comida, más ahorra. Con 30 euros ya le cuesta la mitad, y muchas veces llevamos comidas familiares de más de 200 euros», explica Latorre. «El valor añadido está en el transporte, no en lo que cuesta lo que transportamos», sentencia.
Comercio guipuzcoano
Algo similar propone Blokal, que surgió para facilitar la digitalización del comercio de los pueblos guipuzcoanos y que está poniendo a punto su salto a la hostelería con un sistema que también apuesta por precios fijos. «Nuestro objetivo es evitar ahogar tanto a los restaurantes como a los repartidores, por lo que pedimos que los encargos se hagan con algo más de antelación y el reparto se realiza en una franja horaria determinada», explica Itziar Artamendi, una de las fundadoras.
«Tenemos que huir del modelo de inmediatez que nos imponen los gigantes de Internet, pero somos conscientes de que muchas veces la comida se pide de forma impulsiva y que este modelo nos resta atractivo de cara al usuario», añade. De momento, sus repartidores están en nómina, pero el objetivo es colaborar con las cooperativas para que pasen a formar parte de ellas.
Ihering Delirraje, socio fundador de Botxo Riders, ha optado de momento por un modelo de comisión –25% al restaurante y un fijo de 3,95 euros que paga el cliente– más parecido al de Deliveroo y Glovo, dos empresas que conoce bien porque trabajó en ambas. «Fui el primer repartidor de Deliveroo en Bilbao. Ni siquiera había llegado la mochila cuando comencé a trabajar para ellos. Al principio, las condiciones eran muy buenas. Incluso nos apoyaban con pedidos falsos para pagarnos mejor», recuerda. Luego, el número de ‘riders’ creció y las condiciones se deterioraron.
Delirraje odia los algoritmos de las grandes plataformas. Cree que solo sirven para esclavizar a los repartidores: «Si rechazas pedidos, te dan puntos negativos y, al final, te penalizan hasta dejarte fuera». Por eso, no dudó en seguir los pasos de las cooperativas que han ido surgiendo en otros países europeos. «Nuestro objetivo es pagar 1.500 euros netos por una jornada de 36 horas laborales. Lo que consideramos digno para una familia que tenga una hipoteca, por ejemplo».
Entre los elementos característicos de todos estos servicios está su bicicleta. «Hemos elegido una de carga que nos permite llevar hasta 120 kilos. Eso facilita que hagamos varias entregas coordinadas en un solo viaje», explica Latorre. Tanto llaman la atención que la cooperativa ha decidido también convertirse en distribuidora oficial de la bicicleta.
por: Zigor Aldama
fuente: www.diariovasco.com